Ya afirmó Onésimo Redondo: “Ahora, como antes, la agricultura es `la asignatura que no se da´
Aun peor, la expresión “agricultura y ganadería” han desaparecido del nombre del Ministerio que las representaba.
La supresión es intencionada, mediocre, y por ello, maledicente; supone la asunción de una nueva actitud ante la vida; la de convocar al hombre al desarraigo, al abandono de las raíces y con ello a la necesaria consecuencia de la enajenación de la propia persona de toda unidad orgánica de convivencia (familia, municipio y sindicato). Sin embargo, en la esencia de la actividad agrícola, se halla la vida como acción y poesía; lugar donde se enhebran dos complementarios: las raíces, como afianzamiento en la vida desde la tradición; y el trabajo como vía de ascenso hacia el futuro. La tierra no es el “agregado de unas cuantas fincas” sino “la depositaria de valores eternos”. Así debe ser contemplada, más como un proyecto de vida para los profesionales del campo y el resto de españoles, que como un programa de leyes frío y aséptico. La agricultura y la ganadería son el propio hombre, el carácter de aquellos que conforman la comunidad productiva; su visión y filosofía de vida y sus principios y valores éticos. Valores tales como el sacrificio, la paciencia, la nobleza, el trabajo, la lealtad, la poca prisa, el fruto más allá del producto, el amor a la tierra que nos acerca a la tradición, el empeño en construir y sobre todo la preocupación de que estos valores se transmitan a futuras generaciones, definen esa personalidad. Este sentido espiritual de la agricultura y la ganadería debe ir acompañado de una visión económica que haga posible que los agricultores y los ganaderos vivan dignamente de su profesión. Por ello toda medida que vaya contra el campo, contra la tierra, va contra el hombre. Hombre como ser social y trascendente, en unión con el destino de la patria sin abdicar de su dignidad personal.
Por ello, para la U.N.T. el trabajador, el trabajo y la tierra son partes fundantes y fundamentales en el destino de nuestra Patria, y a la que el Estado, como instrumento integrador, debe dedicar el máximo de los esfuerzos. La U.N.T. afirma también la necesidad de un desarrollo territorial equilibrado que revalorice los principios que aportan los hombres del campo al mundo, tanto éticos y culturales como económicos.
Hoy todavía “el campo es España”.
Los nacional-sindicalistas creemos en el trabajo y en su justa remuneración. Este es el mejor principio de revalorización del campo y de la dignificación de sus hombres y mujeres. La reforma agraria nacionalsindicalista debe afirmarse revolucionariamente en la acción proteccionista de los profesionales del campo, contemplándolos como sujetos activos de un sector estratégico nacional. Trabajadores activos que transforman la materia haciendo de ella no solo algo propio sino también algo nuevo, creado, donde el sujeto, con sus potencias físicas e intelectuales, deja su alma y su carácter. Deja su vida y se rehace en su obra. “El trabajo es una función humana” y, con él, “el mejor título de dignidad civil”. Por ello, los nacional-sindicalistas nunca contemplaremos el trabajo como una carga sino como el cumplimiento de un deber. Todo hombre y mujer despliegan su esencial aptitud y constitución a través de la creación en el trabajo, para llegar a hacer más, para ser más. Puesto que “todo trabajador es un creador”, este debe sentir que aquello que produce es propio y de interés social.
El hombre se convierte en totalidad al desarrollar todas sus dimensiones y potencialidades y armonizarlas con el resto de la sociedad. En esto consiste el desarrollo humano. Desarrollo personal desde el trabajo y como partícipe en el bien común, en lo social.
Las indecentes políticas socialistas y populares en materia agrícola han estado cobardemente supeditadas a la cómoda situación de recibir ayudas que con el tiempo se han transformado en subvenciones, convirtiendo al agricultor y al ganadero en sujetos pasivos y mendicantes de la limosna anti-productiva de la Política Agraria Comunitaria (PAC) de la Unión Europea. La U.N.T. afirma que todo desarrollo económico tutelado por subvenciones es un desarrollo ficticio y dañino para los intereses de los trabajadores y el destino de España. Una comunidad dependiente de subvenciones y que no produce es una unión falta de soberanía y de libertad, presentándose como pueblo deteriorado materialmente y anestesiado espiritualmente.
El que fuera antaño agricultor y ganadero lleno de integridad arraigada, es hoy hogaño hombre desintegrado, desarraigado e indigno que se ve impedido desde la administración para cumplir con su profesión, que es vocación. La Unión Europea, a través de Política Agraria Comunitaria, y con el cómplice beneplácito de los gobiernos socialistas y populares, ha hecho del agricultor y del ganadero un funcionario subsidiado con voto pero sin voz.
Por ello debemos poner en alza la dignidad profesional del agricultor y ganadero desde la maximización de sus potencias productivas, abandonando los mínimos en lo que nos han establecido. Y por eso la U.N.T. afirma tajantemente que, por el bien de España, debe hacerse una política agrícola y ganadera que maximice las potencialidades que el campo español ofrece, y así hoy más que nunca debemos insistir en que “no debemos acordar tratado de ningún tipo que limite la producción de bienes o frutos que correspondan a la base natural de nuestra agricultura, pesca y ganadería; aunque pactaremos nuestra concurrencia a los mercados exteriores”.
Para ello la U.N.T. estima que hay que reestructurar las políticas de ayudas, no subvenciones, con el fin de que cumplan la función a las que están destinadas, rechazando, como política agrícola de futuro, elementos como el desacoplamiento, rebaja de la producción, distinción entre ATP y no ATP, afirmando la necesidad del reencuentro con las raíces personales, familiares y espirituales del trabajador en todos los ámbitos, para que la agricultura y la ganadería cumplan sus tres objetivos esenciales: el económico, el medioambiental y el sociocultural.
La situación del agro español es aterradora: incremento espectacular de los costes de producción, falta de almacenamiento colectivo; riesgo de volatilidad de los mercados; enfermedades de los animales y problemas sanitarios en general, cambio climático; competencia desleal de los países emergentes y no emergentes; malas políticas desde las administraciones autonómicas, central y europea. Los “grandes caimanes” de la especulación, los intermediarios, son los grandes beneficiarios de la estructura económica actual.
La primera función de la agricultura y ganadería es la de alimentar.
Las crisis económicas y la globalización desmedida han demostrado que el liberalismo como mecanismo controlador de los mercados ha fracasado en dicha función.
Por ello la U.N.T. propone la intervención en los mercados. La U.N.T. está absolutamente convencida de la necesidad de sustituir las estructuras actuales de gestión de mercados por otras más coherentes con el fin de asegurar la producción europea de alimentos que el sistema liberal ha despreciado en favor de terceros; hay que intervenir en los mercados para alcanzar un nivel digno en las rentas de los agricultores; hay que intervenir en los mercados para garantizar una política de precios fijando unos precios mínimos estables, y hay que intervenir en los mercados para luchar contra la falta de garantía en los autoabastecimientos de alimentos que el sistema liberal ha abandonado.
La U.N.T. entiende que hay que aprovechar las inversiones de capital hechas, la abundancia de mano de obra y la tecnología para recuperar empleo y enviar al mercado productos de calidad. No debemos olvidar que podemos llegar antes a los mercados y con mejores precios debido a las ventajas de nuestra climatología. No somos sólo turismo. La U.N.T. afirma con convicción que pertenecer a la Unión Europea no supone la resignación a ser meros gestores de decretos y presupuestos. Nuestra política nacionalsindicalista le dice a la Unión Europea que toda política agraria debe garantizar la presencia de los productos de sus miembros en los mercados extranjeros. Para la U.N.T. hay, como dice nuestra norma programática, que “orientar la política arancelaria en sentido protector de la agricultura y de la ganadería”.
Acuerdos, como el hecho con Marruecos contribuyen aun más a la ya delicada situación del campo español pues de toda la Unión Europea, junto a Portugal, nuestro país será el más perjudicado.
Las importaciones de productos cuyos costes de producción (bien por los salarios pírricos bien por las nulas garantías laborales de los trabajadores –esclavos de una producción con interminables jornadas laborales-) son muy bajos y con escasa -casi siempre nula- trazabilidad, representan una competencia desleal. De igual modo, el control que ejercen las grandes superficies sobre el mercado contribuye negativamente aún más a la penosa situación.
La U.N.T. exige a la Unión Europea la necesidad de contemplar las especificidades productivas de cada país miembro y legislar a partir de esas características. Por ello la U.N.T. tiene escrito en sus principios la idea de fundar la “Agencia Nacional del Extensivo”.
La U.N.T. cree en la viabilidad socioeconómica del campo desde un modelo de gestión mixta, combinando la producción y el apoyo público en reconocimiento de los servicios que el ganadero y el agricultor aportan al medio ambiente. La U.N.T. insiste en que solo los agricultores y ganaderos saben lo importante que es el cuidado medioambiental para mantener sus producciones. Ellos son los grandes gestores de los recursos naturales. Por tanto la U.N.T. considera que hay que contemplar la idea de “pagos por servicio” apoyando a los agricultores y ganaderos que trabajan en las medidas medioambientales. Son ellos los que producen conservando. U.N.T. piensa que el agricultor y el ganadero es el mejor guardián del medio ambiente.
Toda la Política Agraria Comunitaria sobre la eficacia de recursos, la competitividad, la innovación tecnológica, los productos de calidad de alto valor añadido, la información y comunicación, la inversión en formación es para la U.N.T. papel mojado; una falacia metafísica y antropológicamente buenista que confunde los deseos con los hechos y disfraza en un lenguaje esperanzador lo que es una ineptitud e impotencia de los políticos europeos y nacionales. La U.N.T. apuesta por explotaciones con perspectivas de futuro, capaces de competir en el mercado y de proporcionar a sus titulares unas rentas dignas que retribuyan las inversiones materiales realizadas y que premien el esfuerzo personal como “empresarios agrícolas” que son.
La U.N.T. que cree en la producción como solución a la crisis del agro español, pues sigue “concibiendo a España, en lo económico, como un gigantesco sindicato de productores”, no va dejar de luchar por desarrollar una política agrícola de creación de empleo desde la producción y no de destrucción de explotaciones agrícolas a cambio de compensaciones económicas. La falta de producción no solo provocaría problemas económicos sino ambientales y sociales (éxodo de población del campo a la ciudad) y por tanto de empleo en la Unión Europea. La falta de producción aliena al hombre convirtiéndole en sujeto pasivo a la vez que constriñe su existencial esencia: la creatividad. No producir trae costes económicos y costes humanos. No hay que olvidar que “Toda decisión económica tiene consecuencias de carácter moral”. (Benedicto XVI)
En esta línea la U.N.T. propone crear estructuras productivas viables que cierren el círculo de la producción, transformación y comercialización. Es decir, una política de integración vertical agrícola y ganadera que garantice que el valor añadido repercuta en el propio sector.
Para la U.N.T., que recorre los pueblos de España predicando los principios que la definen, urge reclamar una estructura que garantice el interés general y el bien común tanto material como espiritual. La reforma agraria nacionalsindicalista está sujeta a principios que luchan por la justicia social.
La U.N.T. afirma que hay que trabajar para que la agricultura y la ganadería sean sectores estratégicos, que transmitan estabilidad y certidumbre tanto a nivel económico, social y cultural como medioambiental. Hoy la actividad agrícola y ganadera es una gran incertidumbre. La U.N.T. va a seguir en su idea de luchar por una reforma agraria que traiga un nuevo orden a medida del hombre, que aumente la producción agrícola transformando así las relaciones entre el hombre y la tierra. “España, en lo económico, ha de ser una gran comunidad de esfuerzo y de intereses encaminados al aumento de la producción”. Hay que seguir produciendo y produciendo lo que podemos producir por las características de nuestro ecosistema. Hay que ofrecer al mundo lo que podemos ofrecer y que no es una mano extendida esperando la limosna de la Unión Europea.
Las políticas agrícolas de la administración española y europeas han empobrecido nuestro futuro, el campo está cada vez más solo y las políticas de renovación generacional no han dado resultado. Cada vez hay más bajas en el campo.
La U.N.T. considera fundamental trabajar sobre un desarrollo territorial equilibrado, apoyando el empleo rural y manteniendo el tejido social. Hoy es una ruina anunciada incorporarse al ejercicio del campo por parte de los jóvenes por las condiciones a las que se enfrentan. Hay que trabajar por el rejuvenecimiento del sector con el dictado de medidas que aseguren el relevo generacional para asegurar un campo con futuro. A esto hay que añadir el diseño de una política educativa que responda a las necesidades actuales del campo.
La U.N.T. insiste en no olvidar que las explotaciones son propiedades privadas pero con función pública y destinadas al bien privado y al bien común. Por ello la discusión y el debate que se ha abierto en la Comisión Europea sobre el futuro de la PAC más allá del 2013 y los pedigüeños sindicatos de clases (que deben ser superados) en torno al término “agricultor activo” en un estado nacionalsindicalista está superado con la figura “empresario agrícola”.
La U.N.T. sostiene que, hoy más que nunca, el agricultor y el ganadero con una pequeña o gran explotación deben contemplar la idea del nacionalsindicalismo como solución a sus problemas, por la vía de la unión en hermandad con otros agricultores y ganaderos para hacer frente a las necesidades competitivas que el mercado les exige. El cooperativismo propuesto por la Comisión Europea es un “buñuelo de viento”. Hay que ser valientes y afirmar el nacionalsindicalismo como estructura dinámica que requiere la intervención de productores, obreros y técnicos, en una estructura vertical de las ramas de producción expresada en las unidades naturales de convivencia, la familia, el municipio y el sindicato.
Así y ahora, a todos corresponde abandonar la actual “égloga” romántica, bucólica e idealista del campo para retomar la “geórgica” nacional-sindicalista de una realidad y trabajar en la recuperación de la agricultura y la ganadería situándola en el lugar que le corresponde pues como siempre afirmó José Antonio “levantar la vida del campo es levantar la vida de España”.
UNIÓN NACIONAL DE TRABAJADORES